EL SECRETO ESTÁ EN LA MASA… CRÍTICA…
La masa crítica es un concepto tomado de la física que se define como la cantidad necesaria de materia para desencadenar y mantener una reacción nuclear en cadena. La metáfora científica se traslada a la sociología y aquí se interpreta como el número de personas que son necesarias para activar un determinado fenómeno social. La masa crítica ciclista en un evento, como todos sabemos a escala casi planetaria, que pretende cambiar la mentalidad de los ciudadanos y la fisonomía de las ciudades , para reducir las molestias, la agresividad y los costes en salud y en medio ambiente del desatado y loco tráfico urbano.
Con la llegada de la primavera, cada año, la masa crítica llega también a Cabezón de la Sal, el último sábado de cada mes. El sábado es el tradicional día de mercado en Cabezón y hasta allí, se desplazan numerosos habitantes de toda la comarca. Nos acercamos en el tren que une cada hora Santander con esta localidad. El viaje en tren es ya un atractivo: las bicis van cómodamente colocadas en el tren y nosotros disfrutamos, por un lado, de la belleza del paisaje y por el otro, de la charla divertida que se establece entre nosotros.
Al llegar a Cabezón, el cielo está cubierto, pero aún se mantendrá sin llover un tramo de la mañana. Paseamos brevemente por el mercado, y visitamos una tienda de bicis. En todo el valle hay una gran tradición de uso de la bici que debe potenciarse y mantenerse. Bicis en el mercado, bicis junto a las casas, las bicicletas son una forma de desplazarse muy popular en la comarca.
Los más de ocho mil habitantes del municipio, se distribuyen en diferentes núcleos de población, algunos de los cuales hemos recorrido hoy en bici: nos detenemos un momento en el lavadero restaurado de Santibáñez para tomar un cafelito. Su casco urbano conserva muy bien la tipología de las antiguas casas de labranza en piedra tallada, con sus arcadas y solanas y con sus antiguos cercados y huertos. Aún es posible ver terrenos de pastos dedicados a la ganadería, presente de manera residual en la zona y los bosques en los que predominan los sauces, los alisos y las choperas. Toda la comarca es una zona de tradición maderera, lo que queda patente en la existencia de fábricas de muebles. Es también un núcleo industrial, con la presencia de la fábrica de tejidos y un centro de comercio y servicios.
Cruzamos el río Saja por el puente de Santa Lucía, enfilando la carretera hacia Mazcuerras. Allí, buscamos la casa de Concha Espina “la niña de Luzmela” y Manuel, un lugareño, nos acompaña con su animada conversación. La lluvia empieza entonces a hacer acto de presencia, aún débilmente, pero prometiendo arreciar. Volvemos a Cabezón, buscando un lugar resguardado para comer y lo encontramos en la carpa instalada en el jardín de la Casa de la Cultura. El lugar nos protege de la lluvia, pero está algo sucio y un poco abandonado.
Lo mejor de la comida es el compartir: las viandas que cada uno se esmera en llevar, más pensando en los demás que en sí mismo y compartir el vino y la conversación. Comer juntos es mucho más que alimentarse, es disfrutar en compañía, es conversar, reír y disfrutar juntos. La lluvia arrecia, el día refresca y decidimos volver a Santander. De nuevo en el tren, el viaje de vuelta, acompañados por los recuerdos de la jornada y la nostalgia, se hace siempre más corto que el de la ida…
Hemos descubierto algunas cosas en este viaje –siempre, en cada viaje, en cada tramo se descubre algo…- por ejemplo, hemos conocido a Helmut y sus cuencos tibetanos y yo he encontrado a una hermana…
La agenda de salidas para este mes está repleta. Si el lunes día dos no nos llueve, iremos a la fiesta de la bici en Entrambasaguas y seremos capaces de pasar otro excelente día juntos.
Texto: Ana Sobremazas